
JAVIER HERAUD es uno de los poetas de los cuales tengo más libros, y sin embargo, sólo he podido leer uno. Ésta vez me tocó leer VIAJES IMAGINARIOS, que además de contar con 6 poemas de Heraud, también cuenta con un prólogo y notas por Edgar O'Hara (Universidad de Washignton) y un hermoso dossier fotográfico por Herman Schwarz (fotógrafo famoso por sus retratos a la generación del 50).
Ambos elementos adicionales a la breve colección de poemas, hacen que el libro tenga un enfoque académico. O'Hara menciona la relación de Javier con Luis Hernández, su estrecha amistad y la influencia de ambos en su poesía. Schwarz incluye fotografías de Heraud en París y Moscú, y hasta una bella foto con César Calvo.
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Revista manuscrita Ágape, manuscrita por JH en colaboración con LH. Lima, abril de 1959 |
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"Poema" de JH, parte 2 |
Aquí mis poemas favoritos y también alguna que otra foto que de seguro gustarán.

He vuelto a ser el mismo de antes. El que cantaba en las ventanas, el que se regocijaba con las lluvias, el que admiraba a los árboles cuando caen, en pleno otoño.
Yo, que esperaba ansiosamente el advenimiento del otoño, yo, que salía maldiciendo del verano, de pronto, con los primeros fríos, quedéme paralizado. No sé cómo explicarlo. Pero sucede que las sillas se caían y yo como si nada; los pájaros pesaban hacia el sur y yo sin notarlo; las gentes entraban al cinema, salían de la Iglesia, reíanse en los circos y yo alejado, sin estar con ellos como siempre.
Y ahora, que estoy sentado en la puerta del invierno, comprendo que aquel no fue un tiempo perdido. Estuve en otros sitios, caminé por otras plazas, otras arenas pisé, vi otros árboles, paréme en las ruinas de otros tiempos.
Y en vez de buscar un tiempo no perdido, contaré viajes no sucedidos, viajes imaginarios.
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César Calvo y Javier Heraud. Jirón de la Unión, Lima, 1962 |
pp.44 - Viaje por las calles
Hay calles hermosas como cántaros de agua. (Hay que saber pesarlas, hay que saberles extraer toda el agua que llevan consigo.)
Últimamente he estado caminando por ellas. Todas son iguales, y aún recuerdo (¡oh!, cómo se me
parecen) la calle sin árboles de mi casa, y la pequeña calle sin salida de Barranco, y aquella otra calle, ascendente, de Chauvinillo.
Luego de este viaje inútil, a veces, me entran ganas de empezar otra vez. Aún quedan otras calles por conocer, mis pies no han tocado todas
las calles del mundo. Días hay en que se me acumulan los deseos, y anhelo partir, dejar todo abandonado y seguir caminando. Pero me debo decir: ¡aguarda! Otras calles vendrán. Alguna hermosa calle de Venecia, otra más bella aún en Londres, o en Sidney, o en Yungay, o en el barrio en donde vivo.
Pero cuando diariamente regreso a la calle de mi casa, me digo que el tiempo de partir definitivamente ya debe acercarse. Estas tristes veredas me son insuficientes y aún no he acabado de romper todos los cántaros del mundo.
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