
Parecerá un crimen que no haya leído este clásico de la literatura peruana teniéndolo en mi casa desde hace tanto tiempo, pero por ahí dicen que hay una primera vez para todo. Al parecer este libro le perteneció a mi abuela, a Victoria, por lo que fue difícil que al abrirlo, no me haya emocionado.
Sin embargo, debo admitir que más allá de las historias, lo que más me gustó de TRADICIONES PERUANAS fue el lenguaje en el que fue escrito y la forma cómo el autor se dirigía al lector, con una familiaridad que sugería una complicidad. Un lenguaje que transporta con mucho facilidad a cualquier lector a ese Perú virreinal y a esa Lima de antaño llena de tradiciones y en la que se utilizaban palabras como "pelandusca" para referirnos a una prostituta o "palaciegos" a un cortesano.
Una ciudad totalmente diferente en comparación a la de ahora y en la que vivió PALMA: "Lima ha ganado en civilización; pero se ha despoetizado, y día a día pierde todo lo que de original y típico hubo en sus costumbres". Además de la cantidad de palabras nuevas y desconocidas que éste libro me ofreció, también pude descubrir el origen de muchos refranes mediante historias llenas de picardía y criollada, así como el estado de Lima en una que otra época.
Aquí los dejo con algunos extractos.
pp.49 - ¡A la cárcel todo Cristo!
" Grande era la desmoralización de Lima cuando O'Higgins entró a ejercer el mando. Según el censo mandado formar por el virrey bailío Gil y Lemus, contaba la ciudad en el recinto de sus murallas 52,627 habitantes, y para tan reducida población excedía de setecientos el número de carruajes particulares que con ricos arneses y soberbios troncos, se ostentaban en la alameda. Tal exceso de lujo basta a revelarnos que la moralidad social no podía rayar muy alto."
pp. 53 - ¡Pues bonita soy yo, la Castellanos!
" Mariquita Castellanos era todo lo que se llama una real moza, bocado de arzobispo y golosina de oidor. Era como para cantarle esta copla popular:
Si yo me viera contigo
la llave a la puerta echada,
y el herrero se muriera,
y la llave se quebrara ...
¿No la conociste, lector?
Yo tampoco; pero a un viejo que alcanzó los buenos tiempos del virrey Amat, se me pasaban las horas muertas oyéndole referir historias de la Marujita, y él me contó lo del refrán que sirve de título a este artículo."
pp.80 - La victoria de las camaroneras
" Era Veremunda una mozuela de veinte años bien llevados, color de sal y pimienta, que no siempre ha de ser de azúcar y canela; ojos negros como el abismo y grandes como desventura de poeta romántico, de esos ojos que parecen frailes que predican muchas cosas malas y pocas buenas; boca entre turrón almendrado y confitado de cerezas; hoyito en la barba tan mono, que si fuera pilita, más de cuatro tomaran agua bendita; tabla de pecho toda esperanza, como en vísperas de boda; pie de relicario y pantorrillas de catedral. Al andar, unas veces titubéabanla las caderas, como entre merced y señoría, y otras se balanceaban como barco con juanetes y escandalosas en mar de leva. Vestía faldellín listado de angaripola de Holanda, medias color carne de doncella, zapatitos negros con lentejuelas de plata y camisolín de hilo flamenco con randas de la costa abajo, dejando adivinar por entre el escote un par de prominencias de caramelo coralino."
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