martes, 11 de marzo de 2014

4. Matalaché de ENRIQUE LÓPEZ ALBÚJAR



Matalaché
Hacía mucho tiempo que un libro no me cautivaba ni emocionaba de tal manera como lo hizo Matalaché, he encontrado en él todos los componentes de la literatura que me gustan, romance e historia. Jamás tuve la oportunidad de leerlo cuando estuve en el colegio, a diferencia de la mayoría de peruanos, así que probablemente he logrado apreciarlo más gracias a la etapa de mi vida en la que me tocó leerlo.

 

Debo confesar que me he enamorado de cada uno de los capítulos de esta novela, inclusive de aquellos en los que se describen los tratos discriminatorios y violentos, el racismo y las pésimas condiciones de vida que sufrían los afroperuanos en esa época, porque se ha abierto ante mi una ventana detallada y fácil de visualizar de una parte de nuestra historia de la que no se suele hablar mucho. Matalaché toca de una forma profunda y humana una problemática nacional que aún se sigue viviendo, lleva al extremo el odio, el orgullo, la pasión, el poder y nos hace cuestionar una sociedad con una ideología no tan diferente a la actual. Describe con tal precisión a los personajes, en su forma de hablar, en sus deseos y su apariencia física, que es imposible no sentir un cierto apego hacía ellos y sufrir conforme la historia se va desenvolviendo.
 
Dicho esto, aquí los mis fragmentos favoritos. Algunos son extremadamente crueles, pero es preciso resaltarlos para que no nos olvidemos NUNCA de lo que vivieron nuestros hermanos para que este tipo de actitudes no se vuelvan a repetir. (Todo el CAPITULO II, de LA TINA, es sumamente difícil de leer por su atrocidad).
 
pp.16
"- No diga eso, que no hay cosa que más castigue que la lengua. Hay que meterlas alguna vez, mi don Juan. Y en esto del apareamiento de los esclavos, bien pueden los amos intervenir sin desdoro, como se hace con los caballos y los perros. Esclavos y animales son una misma cosa.
- No, si por el de usted no lo digo. En todo caso usted no hace más que someterse a las circunstancias. La paz del hogar es primero que nada.
- No tanto; lo primero es la sangre, mi señor don Juan, a la que hay que evitarle el riesgo de que se bastardee o prostituya. Y usted sabe lo que es tener hijos en una esclava."
 
pp.62
 "Y para la mujer el sol piurano es todavía más sol que para el hombre, porque es algo más que sol. Es él quien primero le habla a su sexo; quien la prepara y la incita a conocer el misterio de la fecundidad; quien le espolvorea en la mente el polvo mágico de los ensueños y en la urna sexual, los primeros ardores de la feminidad; quien le despierta tempranamente la imaginación, en fin, la arroja, implacable, a la tristeza de las vejeces prematuras."
 
pp.71
" Física y espiritualmente José Manuel era el negro menos negro de los esclavos de La Tina. Su tipo, su porte, cierto espíritu de orden e iniciativa y un marcado sentimiento de altivez diferenciábale grandemente de la negrada, hasta el punto de despertar en ellos, especialmente en congos y carabalíes, antipatías y animosidades rayanes con el odio. Al compararse ellos con José Manuel descubrían en los rasgos fisonómicos de éste el sello inconfundible de la blanca intromisión del cruzamiento, al que, no obstante envidiárselo, consideraban como un agravio y una traición, que no quisieron personarle nunca. La oculta soberbia de su raza les hacía ver en este mestizo, engendrado seguramente en una hora de vandalismo sexual, un tránsfuga, cuya falta se encargaba su rostro mismo de pregonar."
 
pp.92
"-Sí, sí, lo sé; los han vencido y luego, colgado o descuartizado.
- Pues ni ma ni meno harían con nosotros, sin provecho pa naides.
José Manuel miró compasivamente al anciano.
- ¡Sin provecho para nadie! ... Eso es lo que más le preocupa a usted, ño Parcemón: ¡el provecho! ¡Y que lo diga usted con los años que tiene! ¡Si le dijeran a usted que en el levantamiento no iba a correr sangre y que después de triunfo nos iba a tocar en el reparto a cada uno de nosotros una casa con petacas de dinero y media docenita de mujeres, y el goce de todo en paz y gracia de Dios, entonces sí que clamaría usted por el levantamiento, ¿verdad?."
 
pp.214
"- Desgraciadamente no te puedo cobrar de otro modo la deuda. ¡Ah, si estuvieras a mi altura, con qué placer te buscaría el corazón con una espada! Pero siendo quien eres no mereces que yo ponga en ti mis manos, ¡alma de perro!
- De hombre, don Juan, de hombre, José Manuel piensa y quiere como los caballeros, como los blancos.
- ¡No, no! Eres un perro, peor que un perro. El siquiera agradece el trato y el pan que se le echa; pero tú muerdes a traición la mano que te lo da.
- Es eso lo que usted cree, pero el pan que he comido yo en esta cada me ha costado mi sudor; lo he ganado muy bien, y todavía ha quedado para usted. ¿Qué se figura, señor don Juan Francisco, que yo soy un esclavo como los demás, que no sabe lo que es un hombre y una bestia y que todos tenemos el derecho de vivir libremente?
 
pp.215
"José Manuel, que desde la noche anterior había sido encerrado en un ergástulo, cargado de grillos y esposas, sin más alimento que agua y pan y sin otra esperanza que la de recibir una muerte pronta y humana, se rebeló, y mirando de arriba a abajo al hombre que, sin más ley que la suya, le condenaba a un suplicio horrendo, diabólico, le escupió, más bien que le dijo, estas afrentosas palabras:
- Ya ve usted, don Juan, como es preciso ser negro para ser una bestia. ¿Quién es aquí la bestia, usted o yo?  
- ¡Cállate, esclavo vil!
- ¡Esclavo! El esclavo es usted, que se deja arrastrar por la soberbia, como el demonio. Así son todos ustedes los blancos."

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